Lo que sigue a continuación lo escribí hace bastante tiempo, para uno de los diez millones de blogs que he empezado y abandonado en un ataque de autismo. Sin embargo, hoy estaba pensando en que tras verlo todo de color de rosa a causa de la felicidad y negro como el carbón a causa de la decepción, hoy vuelvo a ser gris. No está nada mal, el gris. Es un color cómodo, que no daña a la vista, ni la excita ni la agota. Se vive a gusto sin sobresaltos, sin ilusiones que romper, sin anhelos inalcanzables. Lo perfecto duele cuando deja de serlo y la infelicidad ya es una mierda de por sí, de modo que estoy satisfecha con el gris. Y en colores estaba pensando cuando recordé este texto, que escribí hace dos años y algo:
Tengo un amigo que escribe poesía. Para más inri, es catalán, jovencito, friki irredento y disfruta ofendiéndome, así que sería lógico suponer que le sigo hablando porque tiene unos manga míos. Sin embargo, lo cierto es que a pesar de que no tenemos nada en común (soy de ciencias, me falta poco para cumplir los treinta, soy aficionada al anime pero tengo otras distracciones y se me hiere con facilidad), le tengo todo el cariño del mundo. Como decía, escribe poesía.
Sé que hay más de un ingeniero, más de un físico (Ernesto Sábato, por ejemplo) y más de un químico que publican novelas y son aclamados por la crítica y/o el público, pero cuando yo me defino como "de ciencias puras" es algo literal: no sabría reconocer una metáfora ni aunque una me mordiera. De mis clases de literatura de segundo de BUP aún me quedan definiciones suficientes para saber qué es un recurso estilístico, pero de ahí a saber interpretar las metáforas media mucho camino. Esa es la causa de que para mí la poesía sea algo oscuro y críptico, algo de lo que sólo el autor sabe el auténtico significado y la verdadera intención.
La prosa también puede tener muchas interpretaciones, no lo niego, pero la mayoría de las veces encuentro una narrativa de la que puedo extraer conclusiones. Puede que sean erróneas, pero al menos puedo argumentar por qué he llegado a ellas. Sin embargo, ¿qué razones puedo dar a lo que me inspire determinado tipo de imágenes inconexas?
Puesto que preguntando se llega a Roma ("¿De dónde crees que vengo?"), acudí a mi amigo e inquirí sobre el proceso de creación: "Quillo, ¿por qué asocias un determinado sentimiento a una imagen en concreto?". Hay que admitir que algunas de estas asociaciones son automáticas, pues ya están muy manidas (problemas de ser de ciencias: ahora no se me ocurre ningún ejemplo... ¿Los cielos plomizos y la melancolía? ¿La lluvia como analogía entre el cielo que llora y nuestras propias lágrimas? No sé, cosas así), pero mi amigo no supo darme una explicación. Simplemente escribía.
Aquello me dejó pensativa. Como todo el mundo (al menos, como la inmensa mayoría), a veces no sé manifestar lo que siento con palabras que describan con exactitud mi desazón así que ¿por qué no probar suerte con la poesía, canalizar todo eso de una manera que no sea objetiva? Me concentré en lo que anida en mi interior. En mi corazón. Y lo vi.
Vi una víscera que bombea sangre. Salvo que algún tipo de isquemia me esté matando sin que yo lo sepa, todo lo que hay dentro de mi palpita, late y se revuelve bañado en sangre. Desde entonces, para mí la poesía es roja.
Roja es la sangre que brotaría si abriera mi pecho y mostrase lo que contiene (literalmente, ¡es que yo soy así de burra y seguro que dolería tanto como el dolor emocional que pretendiera mostrar!). Todo lo que hay dentro de mi está tinto en este color.
Rojo es el color que se asocia al amor.
Enrojecidos quedan mis ojos después del llanto, así como enrojecen mi nariz y mis mejillas (lo de la nariz es poco poético, porque moquear no es nada elegante).
Rojos los autobuses urbanos de Sevilla, si quisiera hacer alguna alusión a algún tipo de trayecto vital; rojizo el cielo en las noches que amenazan lluvia (que quizá sirviera para significar aprensión, terror, humedad, opresión o Dios sabe qué); rojiza la luna de los asesinos en el anime; rojo es el color de mi equipo si fuera tan estrafalaria como para hacer un símil deportivo; rojizos amaneceres y atardeceres de comienzos y finales; rojiza la piel quemada por el sol; labios y uñas pintados de rojo invitan al sexo en muchas novelas; semáforos en rojo frenan el avance, ¡de hecho, las luces de freno son rojas! Rojo, rojo, rojo, rojo...
Desde entonces, para mí, la poesía es roja.
Por cierto, mi color favorito es el azul... ¡Si es que soy de ciencias! xD
Tengo un amigo que escribe poesía. Para más inri, es catalán, jovencito, friki irredento y disfruta ofendiéndome, así que sería lógico suponer que le sigo hablando porque tiene unos manga míos. Sin embargo, lo cierto es que a pesar de que no tenemos nada en común (soy de ciencias, me falta poco para cumplir los treinta, soy aficionada al anime pero tengo otras distracciones y se me hiere con facilidad), le tengo todo el cariño del mundo. Como decía, escribe poesía.
Sé que hay más de un ingeniero, más de un físico (Ernesto Sábato, por ejemplo) y más de un químico que publican novelas y son aclamados por la crítica y/o el público, pero cuando yo me defino como "de ciencias puras" es algo literal: no sabría reconocer una metáfora ni aunque una me mordiera. De mis clases de literatura de segundo de BUP aún me quedan definiciones suficientes para saber qué es un recurso estilístico, pero de ahí a saber interpretar las metáforas media mucho camino. Esa es la causa de que para mí la poesía sea algo oscuro y críptico, algo de lo que sólo el autor sabe el auténtico significado y la verdadera intención.
La prosa también puede tener muchas interpretaciones, no lo niego, pero la mayoría de las veces encuentro una narrativa de la que puedo extraer conclusiones. Puede que sean erróneas, pero al menos puedo argumentar por qué he llegado a ellas. Sin embargo, ¿qué razones puedo dar a lo que me inspire determinado tipo de imágenes inconexas?
Puesto que preguntando se llega a Roma ("¿De dónde crees que vengo?"), acudí a mi amigo e inquirí sobre el proceso de creación: "Quillo, ¿por qué asocias un determinado sentimiento a una imagen en concreto?". Hay que admitir que algunas de estas asociaciones son automáticas, pues ya están muy manidas (problemas de ser de ciencias: ahora no se me ocurre ningún ejemplo... ¿Los cielos plomizos y la melancolía? ¿La lluvia como analogía entre el cielo que llora y nuestras propias lágrimas? No sé, cosas así), pero mi amigo no supo darme una explicación. Simplemente escribía.
Aquello me dejó pensativa. Como todo el mundo (al menos, como la inmensa mayoría), a veces no sé manifestar lo que siento con palabras que describan con exactitud mi desazón así que ¿por qué no probar suerte con la poesía, canalizar todo eso de una manera que no sea objetiva? Me concentré en lo que anida en mi interior. En mi corazón. Y lo vi.
Vi una víscera que bombea sangre. Salvo que algún tipo de isquemia me esté matando sin que yo lo sepa, todo lo que hay dentro de mi palpita, late y se revuelve bañado en sangre. Desde entonces, para mí la poesía es roja.
Roja es la sangre que brotaría si abriera mi pecho y mostrase lo que contiene (literalmente, ¡es que yo soy así de burra y seguro que dolería tanto como el dolor emocional que pretendiera mostrar!). Todo lo que hay dentro de mi está tinto en este color.
Rojo es el color que se asocia al amor.
Enrojecidos quedan mis ojos después del llanto, así como enrojecen mi nariz y mis mejillas (lo de la nariz es poco poético, porque moquear no es nada elegante).
Rojos los autobuses urbanos de Sevilla, si quisiera hacer alguna alusión a algún tipo de trayecto vital; rojizo el cielo en las noches que amenazan lluvia (que quizá sirviera para significar aprensión, terror, humedad, opresión o Dios sabe qué); rojiza la luna de los asesinos en el anime; rojo es el color de mi equipo si fuera tan estrafalaria como para hacer un símil deportivo; rojizos amaneceres y atardeceres de comienzos y finales; rojiza la piel quemada por el sol; labios y uñas pintados de rojo invitan al sexo en muchas novelas; semáforos en rojo frenan el avance, ¡de hecho, las luces de freno son rojas! Rojo, rojo, rojo, rojo...
Desde entonces, para mí, la poesía es roja.
Por cierto, mi color favorito es el azul... ¡Si es que soy de ciencias! xD
2 comentarios:
¡!
Escribe más, por favor.
A mí también me gusta más el azul :D
¡Que escribas algo, collons putos!
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