martes, 12 de enero de 2010

La palabra del día (XIV): albalá

Me comentó un amigo que tendría que plantearme el escribir textos propios en lugar de ir plagiando a la RAE, pero reconozco que cuanto mayor me hago más corta tengo la memoria y antes se me olvidan las palabras nuevas: mejor apuntarlas, que el hecho de escribir parece no sólo fijar los datos sobre el papel (en el monitor), sino ayudar a que se fijen en la memoria. Las palabras del día de hoy son realmente dos, ambas extraídas de Testamentum, de José Guadalajara, aunque es una novela de la que podría extraer muchas más. No en vano está ambientada en la guerra civil que habría de dar el trono de Castilla a Isabel la Católica y por tanto hay términos relativos a la vestimenta, al ajuar de los conventos y a las armas que me resultan familiares por haberlos visto en otras obras, pero cuya definición jamás he buscado en el diccionario (por ejemplo, desconocía la acepción de loba como sotana o vestidura talar, aunque supiera que era una prenda), así que esta novela daría para muchos post. No obstante, no hay que ser agonías y con dos palabras me conformo hoy: albalá y dulcidumbre.

No hace falta recurrir al diccionario para inferir que es sinónimo de dulzura, pero lo cierto es que nunca lo había visto antes. Y aunque albalá, por similitud, me sonaba a albarán, no sabía que era:

albalá. (Cf. albarán).
1. amb. Carta o cédula real en que se concedía alguna merced, o se proveía otra cosa.
2. amb. Documento público o privado en que se hacía constar algo.

¡Hasta la próxima queja o la próxima palabra que me resulte ajena!

lunes, 11 de enero de 2010

El lector, ¿no es cliente?

Llevo mucho tiempo dándole vueltas a esta entrada, pero no encontraba la manera exacta de redactarla: sigo sin encontrarla, así que escribiré a vuelapluma (¿vuelateclado?) y confiaré en que no quede demasiado incoherente... La cuestión es la siguiente: si el lector previamente ha comprado el libro, es un cliente, un consumidor, aunque sea un término que suene mal cuando se asocia a la cultura, así que ¿por qué no recibe una atención al cliente como puede recibirla cuando adquiere cualquier otra clase de producto?

En mi caso concreto, cuando he comprado un producto defectuoso me lo han cambiado sin poner pegas, he tenido mucha suerte con los servicios de postventa y con las personas que me han atendido. De hecho, cuando he comprado un libro con un cuadernillo entero en blanco o con un par de páginas desgarradas, me han facilitado tomos nuevos y el trato ha sido exquisito. Sin embargo, no siempre subsanan el error cuando el libro está defectuoso, aunque los casos a los que me refiero son tomos de manga y no de novelas: por ejemplo, tanto Norma Editorial como Ediciones Glénat omitieron páginas en sendos tomos y ¿qué hicieron? Colgar la página faltante en sus webs para que el lector pudiera saber qué se había perdido. Y cuando uno de los lectores pregunta si habrá reedición, para poder comprar el tomo completo, se le responde que se duda mucho que haya reedición próximamente. Quien no haya mirado en el blog de Norma o en la web de Glénat ni siquiera llegará a leer la página faltante. Por fortuna, de estos dos casos yo sólo había comprado el tomo de Kurosagi y la página que faltaba era meramente accesoria.

En la entrada del blog de Norma que he enlazado, el equipo de redacción dice que "De ahí a decir que no tratamos bien a nuestros lectores hay un trecho, ¿no crees?", y ahí entramos en la segunda parte de esta diatriba mía: no siempre dan satisfacción cuando el fallo es de imprenta, pero ¿alguna vez dan alguna cuando el fallo se encuentra en el contenido y no en el continente? Un libro no sólo es su formato físico, también es su contenido, y si bien puedo admitir que la calidad literaria es algo que depende bastante del criterio del lector (sí, sé que hay gente que opina que la calidad literaria se puede medir con un criterio absoluto, pero esa opinión yo no la comparto), ¿acaso la ortografía es subjetiva? ¿Merece un lector que se gasta veinte euros en Mouseguard ver exclamaciones que se cierran sin haberse abierto nunca o la palabra perro dividida en dos líneas como per-ro? El cómic es bellísimo, un color impresionante, unos escenarios magníficos, pero dudo que eso compense ver ciertas aberraciones ortográficas. Lo cierto es que jamás he comprado un tomo de Norma que no incluya al menos una falta de ortografía. ¿Se puede decir que no tratan bien a sus lectores? Al menos se puede decir que no tratan bien a sus correctores, porque o bien ni siquiera los tienen contratados o no les deben pagar lo bastante para que hagan su trabajo.

Y hasta ahora he estado hablando sólo de cómic, algo que sólo algunos consideran literatura, pero el mundo de la prosa narrativa no se libra. Cuando yo era pequeña, siempre me insistían en que tenía que leer mucho, porque leer ayudaba a mejorar la ortografía. Desde que últimamente encuentro huido con tilde en la i, laísmos por todas partes, verbos mal conjugados (si vas a apostar guardas, los apuestas, no los apostas; de manera similar, uno asuela un lugar, no lo asola), jirones con g, onceavo en lugar de undécimo cuando se está enumerando y no dividiendo, ausencia de tildes o tildes más puestas (¿tí? ¿Cómo que tí?) y mil y un errores ortográficos y gramaticales, la lectura no es el placer que solía. De mi propia redacción se extrae que no estoy versada en letras, ¡pero algo aprendí en la EGB sobre el uso de la b y la v! Sin contar que cada vez que aparece reseguir en el texto puedo identificar la procedencia del traductor...

La traducción es otra cuestión. No sólo se aprecian a veces construcciones que suenan un tanto extrañas en castellano y pueden identificarse como traducciones literales del inglés (aunque, como mi dominio del inglés no es tal dominio, no puedo jactarme de encontrar estas cosas a menudo), sino que en otras ocasiones se da por sentado que todos sabemos no sólo inglés, sino francés, alemán ¡y latín! y las frases, párrafos, citas o canciones que puedan aparecer en otros idiomas no se traducen en una nota a pie de página, con lo cual a veces me estoy perdiendo detalles que son importantes para la historia. El castellano, pese a las faltas de ortografía, puedo entenderlo, pero un idioma que no conozco, no. Quizá sea culpa mía por mis conocimientos limitados, pero ¿también por eso tengo que tragarme las aberraciones en mi idioma?

Soy un ser humano y cometo errores, como todo el mundo. A saber cuántas faltas de ortografía no encontraréis en este texto, de modo que puedo comprender que a un traductor se le pueda escapar una cosa, a un corrector se le pase por alto un fallo, pero cuando eso se repite a lo largo de las trescientas páginas de una novela o encuentro múltiples faltas en todas las novelas que compro de un tiempo a esta parte, comienzo a sentir que alguien no se está tomando en serio su trabajo y que me están estafando, con lo cual he empezado a enviar correos a las editoriales para quejarme. En algunos casos me contestan muy cortésmente y me solicitan datos sobre la edición para verificar lo que indico; en otros casos recibo un mensaje que viene a significar "Vale, vale, lo que tú digas"; y siempre se promete que no volverá a ocurrir. Sigue ocurriendo, porque sigo encontrando faltas en los libros. ¿Me dan alguna satisfacción como cliente? No. Tampoco es que la quiera, porque seguramente no me vaya a releer la novela en cuestión y lo único que puedo hacer con dos ejemplares del mismo título es liberar uno, pero parece ser que las faltas de ortografía no convierten un ejemplar en defectuoso: sólo se reedita si hay demanda y, por supuesto, no se retira una tirada porque haga sangrar los ojos de los ortonazis.

Señores editores: un libro con faltas de ortografía es un libro tan defectuoso como un libro con páginas intonsas, cuadernillos en blanco o páginas faltantes. Supongo que jamás leerán esto y que, en caso de que lo hagan, les importa un carajo, pero como consumidora me siento estafada.