Si éste fuera un diario de verdad, tendría muchas cosas que contar aquí, pero éste no es un confesionario, así que de mis conclusiones tras este fin de semana sólo puedo contar que aún me falta mucho por descubrir del léxico castellano: aunque ahora mismo estoy leyendo El reinado de Witiza, de Fernando García Pavón, para amenizar los viajes de ida y vuelta de este fin de semana a Huelva cogí La vieja sirena, de Sampedro, autor que me ha descubierto una nueva palabra. Lo extraño es que sólo me haya descubierto una, porque es éste uno de esos escritores que parece escoger cuidadosamente las palabras con que designa cada cosa, su prosa tiene algo de poético y melancólico y a la vez es un alarde de exactitud porque en lugar de emplear un término más genérico, más coloquial, emplea vocablos de uso menos extendido... En esta ocasión, la palabra es tanagra, que según la RAE es
tanagra.
1. f. Estatuilla de barro cocido como las halladas en la ciudad griega de Tanagra.
Lo bonito de estas cosas es que me puse a buscar qué ciudad griega era esa y terminé por encontrar que Tanagra era el nombre de Eolo y Metope (una ninfa) y que ella dio nombre a la ciudad de Beocia que a su vez dio nombre a estos exvotos que se ofrendaban en los templos helenísticos... Y es que no hay nada mejor que coger una enciclopedia y dejar que un término te lleve a otro, o entrar en Google e ir pinchando enlaces.
tanagra.
1. f. Estatuilla de barro cocido como las halladas en la ciudad griega de Tanagra.
Lo bonito de estas cosas es que me puse a buscar qué ciudad griega era esa y terminé por encontrar que Tanagra era el nombre de Eolo y Metope (una ninfa) y que ella dio nombre a la ciudad de Beocia que a su vez dio nombre a estos exvotos que se ofrendaban en los templos helenísticos... Y es que no hay nada mejor que coger una enciclopedia y dejar que un término te lleve a otro, o entrar en Google e ir pinchando enlaces.
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